Los autoclaves son aparatos que se utilizan en las consultas dentales
para garantizar la esterilización de todos los instrumentos y materiales
que se utilizan en la práctica profesional. Deben cumplir las normas de
bioseguridad que establece la normativa en vigor, a partir de las
directrices del Decreto Legislativo número 81 de 2008 (Texto único sobre
la seguridad en el trabajo), que definen los autoclaves como "equipos
que permiten poner el vapor bajo presión " y exigen que éstos respondan a
los requisitos de la norma UNI EN 285 en la que se indican también las
pruebas a realizar para garantizar las prestaciones.
Existen tres tipos de autoclave dentales diferentes entre los que elegir: el autoclave de clase N, el autoclave de clase S y el autoclave de clase B.
Las autoclaves de tipo N se caracterizan por sus dimensiones reducidas y sirven para esterilizar el material simple. La letra N hace referencia a "naked solid products" e indica los productos sólidos disueltos. Por tanto, estos autoclaves no permiten esterilizar materiales textiles, cargas porosas, cuerpos huecos ni productos embolsados, ya que las características del ciclo no permiten superar pruebas específicas desde el punto de vista físico. Otra potencial debilidad de estos dispositivos reside en hecho de que no se garantiza la correcta penetración del vapor: de hecho, depende, entre otras cosas, de la presencia de vacío inicial, que no es necesaria en estas máquinas.
Los autoclaves de tipo B tienen dimensiones reducidas, aunque cuentan con prestaciones que pueden compararse a las que ofrecen las instalaciones hospitalarias más grandes. En este caso, la letra B hace referencia a "big small sterilizers", es decir, esterilizadores pequeños pero "grandes". De hecho, con un autoclave de clase B se puede esterilizar cualquier tipo de carga: por ejemplo materiales porosos, pero también materiales embolsados, textiles y cuerpos huecos, como instrumental, turbinas y cánulas. La normativa de referencia para estos equipos es la EN 13060, dedicada expresamente a los pequeños esterilizadores de vapor (es decir, a los que disponen de una cámara de esterilización cuya dimensión es inferior a la unidad de esterilización). En ella se indica, entre otras cosas, la diversificación de los ciclos de esterilización, que se distinguen en función de las características del material a tratar (cargas sólidas, cargas sólidas con formas huecas de tipo A y cargas sólidas con formas huecas de tipo B).
Por último, los autoclaves de tipo S, son todos las demás: se trata, en la práctica, de la clase intermedia entre los autoclaves de tipo N y los autoclaves de tipo B, y sus características no están definidas por ninguna norma, en el sentido de que dependen simplemente de las modalidades con las que se realicen; por ello sus prestaciones las determina el diseñador y las define el fabricante en función de pruebas específicas.
Por ello, el autoclave más indicado para una consulta dental es el de clase B, porque garantiza una mayor versatilidad y un uso que de adapta a los contextos más diversos. Tiene un formato pequeño y, a pesar de ello, asegura un rendimiento de calidad con la más alta eficiencia y los mayores estándares de seguridad. Entre sus ventajas, cabe destacar la ergonomía, que garantiza un uso sencillo, y los consumos reducidos, que favorecen el ahorro energético. Fácil de utilizar, el autoclave de clase B no solo es sinónimo de higiene y seguridad, sino que también resulta un instrumento dentales cómodo y práctico.
Existen tres tipos de autoclave dentales diferentes entre los que elegir: el autoclave de clase N, el autoclave de clase S y el autoclave de clase B.
Las autoclaves de tipo N se caracterizan por sus dimensiones reducidas y sirven para esterilizar el material simple. La letra N hace referencia a "naked solid products" e indica los productos sólidos disueltos. Por tanto, estos autoclaves no permiten esterilizar materiales textiles, cargas porosas, cuerpos huecos ni productos embolsados, ya que las características del ciclo no permiten superar pruebas específicas desde el punto de vista físico. Otra potencial debilidad de estos dispositivos reside en hecho de que no se garantiza la correcta penetración del vapor: de hecho, depende, entre otras cosas, de la presencia de vacío inicial, que no es necesaria en estas máquinas.
Los autoclaves de tipo B tienen dimensiones reducidas, aunque cuentan con prestaciones que pueden compararse a las que ofrecen las instalaciones hospitalarias más grandes. En este caso, la letra B hace referencia a "big small sterilizers", es decir, esterilizadores pequeños pero "grandes". De hecho, con un autoclave de clase B se puede esterilizar cualquier tipo de carga: por ejemplo materiales porosos, pero también materiales embolsados, textiles y cuerpos huecos, como instrumental, turbinas y cánulas. La normativa de referencia para estos equipos es la EN 13060, dedicada expresamente a los pequeños esterilizadores de vapor (es decir, a los que disponen de una cámara de esterilización cuya dimensión es inferior a la unidad de esterilización). En ella se indica, entre otras cosas, la diversificación de los ciclos de esterilización, que se distinguen en función de las características del material a tratar (cargas sólidas, cargas sólidas con formas huecas de tipo A y cargas sólidas con formas huecas de tipo B).
Por último, los autoclaves de tipo S, son todos las demás: se trata, en la práctica, de la clase intermedia entre los autoclaves de tipo N y los autoclaves de tipo B, y sus características no están definidas por ninguna norma, en el sentido de que dependen simplemente de las modalidades con las que se realicen; por ello sus prestaciones las determina el diseñador y las define el fabricante en función de pruebas específicas.
Por ello, el autoclave más indicado para una consulta dental es el de clase B, porque garantiza una mayor versatilidad y un uso que de adapta a los contextos más diversos. Tiene un formato pequeño y, a pesar de ello, asegura un rendimiento de calidad con la más alta eficiencia y los mayores estándares de seguridad. Entre sus ventajas, cabe destacar la ergonomía, que garantiza un uso sencillo, y los consumos reducidos, que favorecen el ahorro energético. Fácil de utilizar, el autoclave de clase B no solo es sinónimo de higiene y seguridad, sino que también resulta un instrumento dentales cómodo y práctico.
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